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El olivo produce cosechas abundantes cuando no existen factores limitantes importantes. La producción en el olivo se consigue pues minimizando o eliminando factores limitantes y no tanto optimizando factores productivos.
En la mayoría de plantas cultivadas, sobre todo aquellas evolucionadas en climas con temperaturas y humedades no limitantes en la estación de crecimiento y reproducción, suele ocurrir más bien al contrario. El olivo en primer lugar mira por su integridad física, y cuando ésta no se ve comprometida, entonces produce frutos.
Los factores que hay que tener en cuenta en el manejo del olivar para favorecer que un olivar sea productivo, serían:
En los momentos fisiológicos clave del olivo, como son la primavera y el otoño, es aconsejable que el olivo pueda disponer de agua.
Los brotes de un olivo poco iluminado crecen menos, florecen menos, producen menos frutos y de menor tamaño. Incluso en situaciones de sombra intensa, pueden llegar a defoliar y morir.
Una larga presencia de la aceituna prendida del árbol, perjudica la floración de retorno. En la propia recolección, se pueden producir daños mecánicos graves que rompan tallos, ramas, corteza o incluso raíces, mermando las sucesivas cosechas.
La nutrición y sanidad deficientes en el olivo afectan seriamente al crecimiento tanto vegetativo como reproductivo, mermando seriamente la producción.
Los factores abióticos incluyen: condiciones climáticas como las temperaturas extremas, el exceso o deficiencia de agua, luz o nutrientes, suelo compacto, sequía, estancamiento de agua y/o prácticas de cultivo adversas.
En el Olivo, el estrés hídrico, temperaturas altas o bajas en exceso, granizos, etc., pueden afectar según el caso al crecimiento vegetativo, al reproductivo o a ambos.
En términos de explotación agrícola un olivar es productivo cuando se mantiene un volumen de copa por hectárea tal que sea el máximo que admite la finca sin que exista competencia entre los propios olivos, tanto por la luz como por el agua.
El ciclo del olivo es bienal, por lo que lo acaecido en un momento dado en el ciclo del olivo, ya sea de manejo, clima, etc., repercute más allá de un año. Del mismo modo, la productividad se debe considerar como el sumatorio de cosechas de, al menos dos años.
El olivo todos los años produce tanto aceitunas como brotes vegetativos. Estos brotes vegetativos serán los responsables de la producción del año siguiente y por consiguiente portarán la próxima cosecha.
La situación ideal de un olivar sería que todos los años hubiese una producción equilibrada tanto de brotes como de aceitunas.
Un año alto de aceituna puede ser bajo de brotes por la propia competencia entre crecimiento vegetativo y fructificación.
En los años de baja cosecha, el crecimiento vegetativo suele ser alto, debido a la preparación del olivo para el siguiente año.
Cuando existen problemas graves nutricionales, sanitarios o abióticos o de poda del olivar, puede mermar considerablemente tanto el crecimiento vegetativo como el reproductivo.
Hay que tratar de conseguir un sistema productivo que permita obtener el máximo beneficio y para ello hemos redactado un decálogo que nos ayudará a intentar ajustar nuestras decisiones a las siguientes premisas: