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En el hemisferio norte entre febrero y mayo y dependiendo de las temperaturas invernales a las que esté sometido el olivo se produce la brotación de las yemas de flor y el flujo más importante de crecimiento vegetativo del año. A partir de este momento, la reserva de nutrientes, tanto minerales como orgánicos, migra desde las hojas adultas y cortezas a las yemas.
En el caso del olivo, el final del invierno es el que desencadena el proceso de la brotación. Sus yemas que se encuentran en las axilas de las hojas evolucionarán a brotes, pero de dos tipos, los brotes vegetativos (los que forman nuevos tallos con hojas y yemas) o los brotes de flor en forma de racimos florales. Porque las yemas, aunque no se pueda saber a simple vista en invierno, pueden evolucionar a cualquiera de las dos cosas en función de las decisiones que toma el olivo, decisiones que tienen una regulación bioquímica que poco a poco vamos comprendiendo.
A lo largo de la primavera, el proceso continúa, y las inflorescencias y los nuevos brotes vegetativos se desarrollan a expensas de la savia elaborada (floema), por lo que con una aplicación foliar de nutrientes en este estadio fenológico, entramos directamente en este circuito metabólico, teniendo una respuesta muy importante el desarrollo de las inflorescencias y del brote, ya que a estas estructuras en desarrollo les llegan cuantitativamente pocos nutrientes desde la raíz.
2- Brote en brotación con cobre del otoño
3- Brote en brotación yemas 5mm
Es un pilar productivo fundamental que el brote del olivo sea lo mas largo posible, pues así se asegura una buena nutrición de las aceitunas en la fase final de desarrollo otoñal, así como una buena floración de retorno.
Del mismo modo, en estos momentos las temperaturas y humedad son muy propicias para el desarrollo de hongos foliares como el repilo, por lo que es un momento clave para actuar con los fungicidas, ya sean erradicativos o preventivos.