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La especie olea europea incluye tanto a los olivos cultivados, como a los olivos silvestres o acebuches. Prácticamente la única diferencia entre las dos subespecies, consiste en la cantidad de recursos dedicados a la aceituna; el resto de rasgos vitales, son casi idénticos. Por lo tanto, comprendiendo cómo viven los olivos silvestres comprenderemos correctamente el comportamiento impuesto por la genética en el olivo cultivado. El comportamiento natural de la especie, sin la intervención de la mano del hombre, se basa en priorizar la supervivencia del individuo, para que una vez que esté garantizada pueda destinar recursos a la reproducción.
En la fase juvenil del olivo, el porte es arbustivo, multitronco, pues es la forma que tiene de, por un lado competir eficientemente por el espacio y la luz con las hierbas y arbustos, a la vez que permite que las guías principales de crecimiento queden más protegidas del ataque de los herbívoros, ya que estos, ramonean principalmente las ramas externas y bajas.
Olivo silvestre en su medio natural en el sur de España, sin poda de ningún tipo; sólo se observa ramoneo de las partes bajas por el ganado ovino/caprino. De no ser por el ramoneo, las ramas bajas tocarían el suelo.
Una vez sobrepasado el estrato arbustivo, los olivos suelen ser de uno o pocos troncos, pues las ramas y troncos bajos y externos se van secando de forma natural por sombreamiento de las partes centrales más altas y por el ramoneo de los herbívoros.
El olivo silvestre adulto se encuentra como un árbol ancho, de altura media, que puede llegar hasta los 15 metros de altura, siendo destacable por su espesa y densa copa. La alta anchura y densidad de copa, es la forma en la que el olivo impide que llegue la luz al suelo de debajo y alrededor, impidiendo el desarrollo de otras plantas competidoras, tanto herbáceas como leñosas.
En el olivo silvestre, la producción de aceituna no ocurre de forma importante hasta que el individuo ha sobrepasado el estrato arbustivo, pues así los recursos se destinan a incrementar la masa vegetativa, que será la que compita con el resto de plantas de su entorno, garantizando su supervivencia. Del mismo modo, la aceituna silvestre es pequeña y con escasa relación pulpa/hueso.
Acebuche u olivo silvestre entrando en fase adulta. Las partes bajas están ramoneadas por caprinos. Aún conserva el porte arbustivo multitronco, aunque ya ha empezado a producir aceituna. Nótese lo densa que es la copa.
La forma natural que adopta un olivo sin podar, localiza la hoja y la producción exclusivamente en la parte externa de la copa, con lo que la producción es baja y la calidad del fruto mediocre. La alta densidad de copa que tiene el olivo de forma natural, además, dificulta la recolección.
Olivo cultivado centenario no podado desde hace bastantes años. Su hábito de crecimiento es prácticamente idéntico al del acebuche.
Con la poda se consigue alterar esta forma natural del olivo para incrementar su rendimiento productivo y abaratar la recolección.
Olivar intensivo de un pie, con poda en vaso cónico invertido, adaptada para recolección con vibro de tronco. Los olivos han sido moldeados para tener un solo tronco, con la cruz a una altura determinada, con un determinado número y ángulo de ramas, así como una baja densidad de copa.
La poda del olivo es muy determinante en la producción final, siendo su coste de los más altos de todo el manejo del cultivo, sólo superado por la recolección. Esta influencia en la producción final y el alto coste de su realización, nos indica lo importante que es la adquisición tanto de una base teórica como de una destreza práctica en la correcta realización de la poda para rentabilizar el olivar al máximo.
Como podemos ver, en el olivo cultivado, los intereses del agricultor son bien diferentes a los del árbol silvestre: la producción de aceituna es la prioridad, quedando el crecimiento vegetativo relegado a un segundo plano. La temida competencia con otras plantas, queda eliminada por la mano del hombre, y con la fertilización, se evitan los agotamientos nutricionales, teniendo el olivo como única misión el producir fruto.
La poda del olivo, se realiza siguiendo una serie de premisas, en un orden muy concreto.
La poda se debe adaptar a la forma de recolección. De esta manera será una poda rápida (económica) y poco dañina para el olivo. Recordemos que la recolección supone una de las operaciones más costosas en el manejo del olivar. El diseño de copa obtenido con la poda debe estar estrechamente ligada al sistema de recolección que se vaya a emplear, de manera que no será la misma para olivar de un pie, destinado a la recolección con vibrador de tronco o ramas, que para un olivar en seto, recogido por una cosechadora.
Olivar intensivo recolectado con paraguas
La poda debe optimizar la iluminación de toda la copa. De esta forma, la fructificación ocurre por toda la copa, no sólo en la parte externa. Los brotes bien iluminados crecen y producen más, mientras que los brotes mal iluminados, crecen y producen poco, a la vez que siguen consumiendo luz, agua y nutrientes, redundando negativamente en el resto del árbol.
La poda debe de maximizar la relación hoja/madera de todo el árbol, evitando tanto las ramas secas defoliadas por falta de luz en las partes internas y bajas de la copa, como los tramos largos de madera gruesa sin hoja en las ramas principales, debido de hecho a la propia poda para adaptar la altura del olivo a la recolección.
Las ramas mal iluminadas consumen más fotoasimilados de los que producen; las maderas gruesas expuestas directamente a la luz producen chupones que roban la savia a las ramas productivas. A mayor relación hoja/madera en el olivo, habrá menos zonas en la copa que consuman más de lo que producen, siendo mejores el crecimiento vegetativo y la producción.
La poda pues, debe siempre de conseguir la mayor cantidad de hoja, con el mínimo de madera posible, ya que por su propia función, la cantidad de hoja está muy directamente relacionada con la producción, y la madera a su vez supone un consumo de recursos, por lo que debe minimizarse su cantidad en el árbol.
La poda adapta el tamaño y forma del olivo al medio en el que vegeta, para evitar competencia por la luz y el agua entre los propios olivos.
En marcos espesos, el tamaño y densidad del olivo deben ser bajos para evitar los sombreamientos entre los propios árboles. En olivares con poca disponibilidad de agua, se debe de reducir el volumen de copa para permitir que el aparato radical sea capaz de suministrar a los brotes productivos suficiente savia bruta para fructificar. Sobre todo en las fases juveniles del olivar, no debemos olvidar el equilibrio que debe existir en la relación hoja / raíz.
Antes de entrar en producción, una mayor biomasa de la parte aérea, es capaz de producir más fotoasimilados para una mayor biomasa de raíces, que a su vez es capaz de bombear más agua y nutrientes minerales desde el suelo a la copa en forma de savia bruta. Podas de formación muy severas, en realidad, ralentizan el crecimiento y la entrada en producción.
Poda ligera de un plantón de pocos meses. Se realza de forma muy paulatina el plantón, hasta la altura de la futura cruz. Recordemos que la tendencia natural de la especie en la fase juvenil, es la de arbusto, por lo que la eliminación de las ramas bajas debe de ser de forma muy progresiva, para no provocar la aparición de chupones vigorosos en exceso a todo lo largo del tronco, y así paralizar el crecimiento de la parte alta del árbol.
Vamos a ver cuales son las preguntas más frecuentes con respecto a la poda:
La poda de invierno como tal, que realiza cortes gruesos, muchos de ellos con intención de renovación, se debe de realizar en un periodo libre de heladas fuertes, comprendido entre la recolección y la brotación.
Para la mayoría de los olivares en el hemisferio norte la fecha ideal se sitúa entre enero y marzo. En olivares con inviernos suaves por estar a pocos metros sobre el nivel del mar o en laderas con orientación sur, en el que se efectúen recolecciones tempranas, la poda se puede realizar incluso a partir de noviembre.
En olivares al norte de la zona de distribución, de montaña o en ubicaciones bajas con fuertes heladas de inversión térmica, se debe podar entre marzo y mayo. En olivares expuestos a heladas fuertes, se debe de mantener una espesura de copa algo superior a lo normal.
Si por problemas de agenda, la poda de invierno se retrasa a la primavera, se debe de evitar cortar ramas gruesas destinadas a renovación, a la vez que se debe de dejar algo más de tocón en los demás cortes, pues la cicatrización es peor al despegarse la corteza de la madera en dichos cortes.
La poda de verano, que técnicamente sería una poda en verde, y que se suele denominar limpia, no es muy practicada en la mayoría de zonas, quedando relegada a la eliminación de las varetas del tronco y poco más, lo que se denomina desvareto.
Sin embargo, es muy positiva para la producción, calidad y costes de recolección. Es más necesaria, contra más espeso de follaje y cargado de aceituna, nos encontremos al olivo en verano. La fecha ideal estaría comprendida entre julio y septiembre, consistiendo tanto en la eliminación de los chupones innecesarios de peana, tronco y cruces, favoreciendo el desarrollo de aquellos destinados a renovaciones, como a eliminar también ramas delgadas mal iluminadas, cruzadas y paralelas con otras mejor situadas, aunque porten aceituna.
Con la poda de verano se eliminan las ramas mal iluminadas y los chupones, que producen poco o nada pero sí que se llevan savia, permitiendo así un mejor desarrollo de los frutos de la cosecha actual, así como una mejora de las reservas de nutrientes de cara a la siguiente campaña. Además, el aclareo de copa, facilita enormemente la recolección, que no debemos olvidar que constituye el mayor coste del olivar.
Poda de verano, casi en exclusiva desvareto, en la que se han eliminado los chupones de la peana y de la cruz. Si en la poda de invierno se clareó bastante la copa, en la poda de verano apenas hay que intervenir en esta zona del olivo.
La poda de invierno prioriza los cortes de madera gruesa, por lo que la herramienta principal sería la motosierra. La poda de verano, prioriza la eliminación de chupones y ramillas finas, por lo que se opta por usar hachuela, hocino y serrucho manual.
Es muy importante que para la poda de verano, la persona que la realice tenga conocimientos robustos de poda, pues se pueden eliminar por error, varetas y ramillas destinadas a futuras renovaciones.
Eliminación por error de varetas destinadas a la renovación de la rama cortada en invierno.
La frecuencia de la poda depende principalmente de:
Lo más recomendable sería la poda bienal, con una intensidad moderada que permita mantener esta frecuencia en el tiempo, complementada si fuese necesario con la limpia de verano.
En olivares con intensos crecimientos vegetativos, principalmente en climas con pocos meses de parada vegetativo y de regadío, al final se debe de podar de forma anual e incluso repasando algo en verano, ya dependiendo de la intensidad de la poda de invierno.
Debido a que la poda tiene una gran importancia en el olivar tanto por el aumento de la producción como por el coste que supone realizarla, lo ideal sería realizar cada año un análisis pormenorizado en cada parcela homogénea de la necesidad o no de podar y en caso de podar, definir los criterios a seguir en la poda de esa parcela.
Es conveniente la redacción por escrito de los criterios que vayamos a utilizar para decidir en términos de poda, para así tener un registro anual de los mismos, lo cual puede ayudar a relacionar situaciones actuales con actuaciones anteriores.
Existe una enfermedad en la que la poda puede tener cierta capacidad de control. Hablamos de la tuberculosis.
La tuberculosis o verruga consiste en unos nódulos o tumores que aparecen en ramas jóvenes de corteza aún lisa, preferiblemente de poco grosor, que debilitan muchísimo al árbol.
Su incidencia depende sobre todo de la variedad, influyendo también el clima y el manejo.
Los nuevos tumores se instalan en pequeñas heridas en la corteza de las ramas jóvenes. Estas heridas pueden ser producidas por el granizo, por la recolección (especialmente con peines en olivos con savia en movimiento), por heladas y por el propio roce del ramaje con el viento.
Una variedad muy sensible sería la cornicabra, la autóctona de Castilla la Mancha.
Aparte de los tratamientos foliares con cobre, la poda es la única herramienta de control de esta enfermedad.
En olivos afectados, la poda de invierno a ser posible se debe de realizar con el olivo seco, sin lluvia reciente ni rocío. A la vez que se quitan ramas gruesas, es muy importante eliminar ramas más finas muy afectadas, pues son la fuente de inóculo que sigue infectando de forma recurrente el resto del árbol.
No existe prácticamente beneficio en ir desinfectando las herramientas de poda si se está podando en una finca en la que la afección es homogénea entre árboles y ramas. Sería interesante hacerlo si acaso, al pasar de olivos afectados a olivos sanos, pero del mismo modo, un olivo puede estar sano de tuberculosis por no ser una variedad sensible o algún condicionante así.
En olivos afectados por tuberculosis, es muy recomendable incidir bastante en la poda de verano, pues se hace en tiempo seco en el que no hay propagación de verrugas por la poda. El objetivo es volver a sanear brotes muy afectados, pero sobre todo, dejar el olivo bastante claro, para que en la recolección no haya roces ni golpes excesivos en el follaje.
Vamos a ver varios aspectos a tener en cuenta en cada una de las diferentes podas según el tipo de olivar de que se trate.
La poda a realizar depende principalmente del modo de recolección y la variedad, influyendo también otras variables como clima, suelo, riego, etc.
Para recolección con vibradora unipersonal de ramas ayudada con varas o peines, el olivo debe de tener un porte achaparrado, estando limitado en altura. Las ramas más altas serán siempre renovaciones secundarias de poco grosor, que se van renovando paulatinamente conforme van alcanzando una altura y grosor excesivas. Las ramas principales deben tender a la horizontalidad, y estar bien provistas de ramificaciones horizontales y bajeras. Se debe de evitar una copa frondosa, para facilitar los enganches y el vareo.
Olivo picual centenario de 3 pies, adaptado a la recolección por vibradora de espalda.
En el caso de recolección por vibración de los troncos, las ramas principales deben tener un porte erguido, existiendo pocas renovaciones secundarias verticales, así como pocas ramas horizontales y péndulas, pues sufren en la vibración o vibran mal, respectivamente. La tasa de renovación de ramas primarias debe de ser alta para este tipo de recolección, buscando olivos de muchas ramas jóvenes insertadas directamente en las cabezas.
Para recolección con vibradora de espalda, se debe de formar un olivo montado en ramas principales bastante horizontales, con una cantidad variable de renovaciones secundarias, según el marco, variedad, etc. La velocidad de renovación directa depende de la variedad, marco, clima, etc.
Olivo centenario de marco ancho de 1 pie, podado para recolección con vibradora manual de espalda.
Para recolección mediante vibración al tronco, se necesita una copa formada por varias ramas bastante erectas, con suficiente espacio entre sí, con pocas ramificaciones horizontales o péndulas. En este caso, la renovación directa debe ser la prioridad, pues el modelo de árbol más fácilmente recolectable y productivo en este caso es el que tiene muchas ramas jóvenes insertadas directamente en la cruz.
Olivo centenario de 1 pie, recién podado para recolección con vibro.
El olivar tradicional del norte de Extremadura se rige por estos parámetros desde hace siglos. Los marcos de plantación de este olivar suele ser de 5 a 8 metros en las calles, y distancias entre olivos desde unos 4 a 8 metros.
Los puntos que habrá que tener en cuenta en este tipo de poda serán:
Olivo de 1 pie en marco intensivo recién podado, preparado para la recolección con vibro. No hay ramas importantes horizontales ni péndulas, estando las principales a un ángulo bastante estrecho con la vertical, lo que permitirá buenas eficacias de derribo en la recolección.
El olivar en seto es el que se dispone con una anchura de calles de 3,5 a 6 metros y distancias entre olivos desde 1 a 2 metros.
Olivar en seto
El sistema de recolección para este tipo de plantaciones es el de una máquina recolectora cabalgadora con unos sacudidores interiores que cubren el seto en su totalidad.
Olivo arbequino superintensivo formado en palmeta con 2 ramas principales.
Reducir costes de producción y optar por un olivar productivo, son los motivos principales por los que la profesionalización de la poda del olivar está siendo un hecho y una realidad.
Dentro del manejo, en concreto la poda, requiere de formación presencial, impartida por personal cualificado que sea capaz de evaluar los diferentes parámetros de cada olivar, de cara a afrontar el enfoque más adecuado para la poda.
No se trata de adaptar nuestro olivar a una técnica de poda, sino de efectuar la poda que más se adapte a nuestro olivar, y que puede ser diferente en cada campaña.