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Las enfermedades más comunes en el olivar son:
Repilo (Fusicladium oleagineum).
Emplomado (Pseudocercospora cladosporioides).
Tuberculosis (Pseudomonas savastonoi).
Verticilosis del Olivo (Verticillium dahliae).
Repilo (Fusicladium oleagineum).
Se trata de la enfermedad fúngica más importante en el olivar. Su control supone un gran gasto anual por parte del agricultor, al menos en zonas de humedad relativa de media a alta.
El repilo es un hongo que se desarrolla en el haz de la hoja del olivo, alimentándose de sus tejidos vivos. Las hojas infestadas, se desprenden como respuesta del olivo a la infección, provocando graves defoliaciones que afectan directamente tanto a la capacidad fotosintética como de exportación de minerales y fotoasimilados, repercutiendo negativamente en la producción.
La hoja tiene cierta capacidad de resistencia a la infección por las esporas del repilo, gracias a su cutícula cerosa. La infección se produce cuando las condiciones ambientales ayudan a la espora del hongo a germinar y a invadir los tejidos de la hoja.
Para que la espora sea capaz de culminar la infección, se requiere agua líquida estática sobre la hoja del olivo durante horas, y temperaturas benignas.
Por lo tanto, habrá infecciones de repilo, en condiciones de microclima con alta humedad ambiental y temperaturas suaves. Estas condiciones se dan principalmente en primavera y otoño, en olivos en zonas de valle con abundantes nieblas, vaguadas con alta humedad relativa, zonas húmedas de costa, etc. En situaciones de baja humedad relativa, y temperaturas o bien altas o bien bajas, no se producen menos infecciones.
Aunque parezca contradictorio, no son las lluvias las causantes de las infecciones, pues las gotas de lluvia pueden arrastrar las esporas antes de que culminen su infección. Serán situaciones en las que las hojas permanezcan muchas hojas mojadas sin que se produzca escurrimiento las que propicien las infecciones, más rápidas y severas a mejor temperatura.
Existen medidas pasivas de control, que serían por ejemplo podas que disminuyan la densidad y espesor de las copas, para así favorecer la aireación y disminuir la humedad relativa en las hojas.
El método clásico de prevención, serían los tratamientos con formulados de cobre.
Las sales de cobre, cuando hay humedad sobre la hoja, liberan iones Cu2+. Estos iones impiden la germinación de las esporas, impidiendo nuevas infecciones, aunque apenas afectan a los micelios de infecciones ya establecidas.
Los tratamientos con cobre se suelen aplicar al comenzar las condiciones climáticas favorables para las infecciones, que dependerán de cada finca, pero que en general son a principios de otoño sobre el mes de octubre, y a principios de primavera sobre el mes de abril.
Durante el verano, hay poca humedad ambiental y altas temperaturas, siendo imposible que las esporas infecten las hojas. Durante el invierno, si bien puede haber condiciones de humedad relativa favorables, las temperaturas bajas hacen que el metabolismo de la espora sea muy lento y no sea capaz de finalizar la infección en los periodos de tiempo que permanezca la hoja mojada por el rocío matinal o tras alguna lluvia. Las hojas heladas también imposibilitan la infección.
Así, a groso modo, en zonas con poca humedad ambiental, como pueden ser colinas, montañas, páramos, mesetas, etc, suele haber poca incidencia de repilo. En cambio, en vegas, valles, vaguadas y costa, la presencia de repilo suele ser constante.
En zonas de baja incidencia, los tratamientos fungicidas se pueden recortar a uno o ninguno al año, mientras que en zonas propensas, pueden ser necesarios más de 2 tratamientos repartidos a lo largo del año, como pudiera ser a primeros de año o a primeros de verano también.
Hoy en día se combinan los fungicidas translaminares sistémicos con el clásico cobre preventivo, para conseguir el efecto erradicante del que carecen los fungicidas cúpricos. Para la aplicación de fertilizantes foliares al olivo suelen aprovecharse los tratamientos fungicidas.
Emplomado (Pseudocercospora cladosporioides).
Enfermedad fúngica de sintomatología y control similar al repilo. Si bien el repilo esporula por el haz de la hoja, el repilo plomizo lo hace por el envés, desarrollándose sus estructuras vitales algo más protegidas de la acción de los tratamientos foliares con fungicidas que en el caso del repilo convencional.
Parece que el repilo plomizo es capaz de infestar en condiciones de menor humedad y temperaturas más altas que el repilo convencional, pues es más frecuente en zonas más cálidas o tras primaveras húmedas y lluviosas. Si bien los síntomas del repilo convencional son inconfundibles, es fácil confundir el repilo plomizo con alguna deficiencia nutritiva. Para salir de dudas, se visualiza el envés de la hoja y se aprecia el aspecto grisáceo ceniciento en caso de infección positiva.
Del mismo modo, el repilo convencional parece atacar hojas de todas las edades, mientras que el plomizo se observa sobre todo en hojas adultas, que ven disminuida su vida útil debido a la enfermedad.
Al igual que el repilo, provoca graves defoliaciones de hojas adultas, lo que afecta seriamente a la nutrición de raíces, brotes y frutos, disminuyendo drásticamente la producción.
Para su control, se requieren podas de aclaraeo y fungicidas preventivos y curativos, siendo necesarias estrategias de control más drásticas que en el caso del repilo convencional, dada la dificultad de erradicación que tiene.
Tuberculosis (Pseudomonas savastonoi).
Enfermedad de origen bacteriano, que puede llegar a afectar seriamente a la producción en casos graves. Existe un alto componente varietal de la enfermedad. Por ejemplo, la variedad picual es muy resistente, mientras que la arbequina es bastante sensible.
La enfermedad consiste en la presencia de nódulos o tumores que aparecen principalmente en las ramas más delgadas. Estas verrugas estrangulan el brote e impiden la circulación normal de savia, adueñándose de los nutrientes de la savia elaborada. La parte de la rama posterior al tumor, pierde mucho vigor y productividad, llegando incluso a secarse. El nódulo está formado por tejido que el propio olivo produce al estar las células expuestas a sustancias hormonales segregadas por las propias bacterias. En estas estructuras, sobreviven las bacterias, alimentándose de sustancias que llegan por el floema.
La bacteria de la tuberculosis del olivo es móvil. Cuando existe agua líquida sobre la superficie de la planta, del nódulo salen numerosas bacterias, que nadan con la intención de fundar nuevas verrugas.
Las bacterias no pueden infectar con la corteza intacta, sino que infestan a través de heridas recientes, donde se instalan, comenzando segregar las hormonas que formarán el callo, a la vez que se alimentan y reproducen.
Por lo tanto, para que se produzca la tuberculosis, se requieren condiciones de superficie de la planta mojada, heridas recientes y otras verrugas anteriores que sirvan de fuente de inoculo.
Estas heridas suelen ser las producidas durante la recolección de la aceituna, así como aquellas producidas por granizo o por heladas fuertes, además de por simples roces entre ramas por el viento, etc. Las mismas herramientas de poda y recolección, pueden ser un vector muy importante de transmisión de la enfermedad.
Medidas pasivas y preventivas de control, serían mantener las copas claras para favorecer la ventilación, evitar hacer demasiadas heridas en la recolección, y minimizar en la medida de lo posible el uso de útiles de poda y recolección que se hayan usado en ramas afectadas, limpiándolos frecuentemente o no usándolos para ramas sanas. Y por supuesto, en la poda, ir eliminando las ramas más afectadas, que suponen el inoculo para nuevas infecciones.
No existe ninguna media de erradicación de las verrugas, sólo la poda de las ramas infestadas. Las sales de cobre actúan con la tuberculosis de forma similar a como actúan con el repilo, impidiendo nuevas infecciones, aunque sin controlar las ya existentes. Por lo tanto, en variedades sensibles a la tuberculosis, y sobre todo en arboles infestados, se requiere una férrea disciplina de tratamientos con cobre, para que siempre estén las ramas impregnadas, impidiendo así que las bacterias móviles funden nuevas verrugas.
Aparte de los tratamientos preventivos rutinarios, cuando se trata de variedades muy sensibles y con presencia de verrugas, se requieren tratamientos con cobre inmediatamente después de que se produzcan heridas. Tal puede ser el caso de una granizada, o de una recolección agresiva, como puede ser la producida por la máquina cabalgadora en olivares en seto superintensivos, o un vareador inexperto.
Verticilosis del Olivo (Verticillium dahliae).
Se trata de una enfermedad provocada por un hongo que afecta al sistema vascular, que obstruye los haces por donde circula la savia y llega a provocar la desecación de ramas enteras e incluso la muerte del olivo. La infección se produce bajo tierra. En el suelo, la espora detecta que está cerca de una raíz por las sustancias que ésta secreta. En tal caso, germina y penetra en la raíz, instalándose en los haces vasculares, alimentándose de savia elaborada. Coloniza sectores completos de vasos floemáticos desde la raíz hasta las hojas. En las hojas, el hongo produce estructuras reproductoras. Cuando las hojas caen muertas al suelo, dispersan las nuevas estructuras de reproducción del hongo.
La incidencia de la enfermedad es muy variable, dependiendo mucho de la variedad de olivo y de las condiciones ambientales concretas. Condiciones de suelo con mucha humedad y altas temperaturas, son especialmente favorables para que se desarrolle la enfermedad. Así, esta enfermedad tiene especial virulencia en olivares de riego en suelos arcillosos en zonas cálidas, como pudiera ser el valle del Guadalquivir.
No existe erradicación de la enfermedad una vez que la planta está infestada. Solamente existen medidas paliativas para plantas infestadas, y medidas preventivas para las que no lo están.
Como medidas paliativas, podría estar el reducir el riego y los abonados nitrogenados, vigorizando al árbol mediante podas y nutrición equilibrada, así como modificar el manejo del suelo para evitar sucesivas reinfecciones.
Como medidas preventivas, estaría principalmente reducir la cantidad de inoculo. Esto se consigue no cultivando en el olivar o antes de que se implante, cultivos susceptibles, que son principalmente hortícolas, y sobre todo, algodón.
Si se va a proceder a realizar una nueva plantación, se debe de tener la seguridad de que el material proveniente del vivero está sano.
El verticillium es un patógeno obligado. Si en el suelo existe una rica variedad de hongos y bacterias, llegan a perjudicarlo y la incidencia de la enfermedad en el olivo es menor. Esto se consigue con suelos ricos en materia orgánica, que es el alimento de los microorganismos antagónicos al verticillium.
Son muy favorables para la infección condiciones de suelo encharcado con altas temperaturas. Por lo tanto, en sitios con temperaturas invernales suaves, suelos arcillosos, variedades susceptibles y presencia cercana de árboles infestados, se debe de procurar en verano mantener cierto estrés hídrico y no tener los goteros pegados al tronco.
Cuando se detecte un árbol o rama infestados, es conveniente proceder a su destrucción por quemado, para que no se propague más la enfermedad, ya que las hojas y brotes muertos por la enfermedad son el lugar donde se generan los microesclerocios del hongo.
La poda es clave para prevenir enfermedades en el olivar, ya que mejora la ventilación, reduce la humedad y elimina ramas afectadas. También adapta el árbol a su entorno, optimizando luz y agua. Más detalles en nuestro artículo: ¿Qué importancia tiene la poda en el olivar?.